HISTORIAS MÍNIMAS
Muchos viejos, muchos bolivianos, pocos jóvenes y menos futuro. Dicen por ahí que esa es la realidad de la feria franca, hoy por hoy, en el partido de Avellaneda.
Lo que más abunda son los puestos de verduras. En el primero, ubicado a la derecha si una se dirige por la calle Di Tella hacia Rivadavia, un señor posa orgulloso, con su sombrero negro, ni bien me ve sacar la cámara de fotos. Me hace señas de que espere y corre a llamar a dos chicas que trabajan ahí para que salgan retratadas también; una se ríe, a la otra le da vergüenza. Ellos son bolivianos, la mayoría llegó al país hace menos de un año.
Miguel Ángel tiene su puesto de frutas hace casi sesenta años. Delantal azul, boina, lapicera en la oreja. Su puesto es una explosión de colores: bananas y castañas colgando, uvas, mandarinas, naranjas y kiwis, kakis y granadas, manzanas y limones. Todo está perfectamente ordenado. Es el puesto que más trabaja, siempre hay que hacer cola para que a una la atiendan. Sin embargo hay poca gente ese día en la feria, dicen que es porque estamos a fin de mes.
En frente, Luciano maneja su puesto con productos de granja. El carro está dividido a la mitad porque ahí su mujer vende artículos de limpieza. Su hija los ayuda. Pollos, conejos, huevos y detergentes, escobas y jabones en polvo.
Argentinos y bolivianos, viejos y jóvenes. Todo y todos se mueven. La feria nunca está quieta. Los ruidos y el tumulto, los changuitos que te pasan a dos centímetros del pie, “¡Qué rica la naranja! ¡Especial para jugo! Tome señora, pruebe”.
Sigo caminando. Gimy, del puesto de papas, me quiere vender cinco kilos a diez pesos. Está cara por las inundaciones, dice, las tienen que sacar con tractor de adentro de los campos. Le explico que no quiero papas, que le quiero sacar algunas fotos a él y a su puesto, y de paso hacerle algunas preguntas: que si hace mucho que es feriante, que sí, hace cincuenta y cinco años, “Desde los 10 años, tengo 65… Empecé de pibe, pero soy prácticamente profesor de geografía. Hice escenografía en el canal 7. Trabajé en una fábrica de ropa también, en la década del ’60”.
-¿Y después volvió a la feria?
-Si, un día me vine por 20 días y me quedé 45 años más. La vagancia de acá me arrastró a esto. Cuchame, te puedo hablar de cine, te puedo hablar de… por ejemplo de cine te puedo hablar del año 1890, del año 1890… antes.
-¿El cine es lo que le gusta a usted?
-Americano… sí. Sé historia, geografía… lo que vos quieras.
Hablar es lo que Gimy mejor sabe: “Yo aprendí todo todo me gusta por ejemplo el cine para mí es una pasión por ejemplo uno me trajo un libro de John Ford que es un director que hizo por ejemplo “El hombre quieto” “Viñas de ira” “Que verde era mi valle” John Ford los americanos dicen que es americano pero no es americano nació en Irlanda en el año 1886 la obra maestra de él es “El precio de los fuertes” en la que trabaja… sentiste hablar de Henry Fonda, ¿no?”
-¿Qué?
-Te puedo hablar de todo un poco. Y el libro “Corazón”, ¿sabés quién lo hizo?
-El libro “Corazón” sí lo conozco, lo leí de chiquita. No me acuerdo. ¿Al libro después lo hicieron película?
-¿Y por ejemplo, “Portero de noche”?
-La verdad, ni idea
-Viviana Cavalo
-¿Le gusta leer?
-Y… ¿“Carta al general Franco”?
-No sé
-Arrabal, española. ¿Y “El crimen del Cuenca”?
-No los conozco a esos autores
-¿Cómo que no? Es una película ¿No viste “El crimen del Cuenca”?
Gracias a Dios, un cliente nos interrumpe: “No le creas nada, es un viejo mentiroso. Y es sordo también, cuando no le gusta lo que escucha es sordo”
-Soy tuerto, sordo y pelado. Y tengo fiaca, nariz de payaso y un ojo de acrílico.
Y trabajé como seis meses también en Tumberos (la mini serie de canal Trece). Fueron 4 episodios. En el último salgo yo con 150 en un pabellón y con la itaca me matan. Después aparezco muerto, después aparezco muerto debajo de un camión. Son todas cosas que hacen en la televisión. La hizo Gaetano, un director de acá.
-Volviendo al tema de la feria, ¿usted siente diferencia, respecto de cómo era antes?
-Y… antes yo acá vendía 40 bolsas de papas, ahora no vendo ni diez. Si la gente… ¿no ves que ni hay gente?
-¿Va a otras ferias también?
-Sí, voy toda la semana, menos los domingos. ¿Vos vas a la facultad, no?
-Sí.
-¿Qué tema estudias?
-La carrera es Comunicación Social.
-Por ejemplo, ¿vos sabés cuantos kilómetros hay de Barcelona a Bordeaux? Barcelona es España, Bordeaux, Francia. (Mientras Gimy sigue atendiendo su puesto)
-No, no sé.
-Pero… lo que te digo yo… por ejemplo, ¿vos no viste “El crimen del Cuenca”? Española.
-Bueno, lo dejo seguir trabajando, no lo molesto más. Muchas gracias.
En frente al puesto de Gimy, Miriam trabaja en su puesto de ropa hace veinte años. Llegó de Bolivia a los once años y empezó en la feria con sus padres en un puesto de verduras. De su puesto hoy cuelgan buzos, sacos de distinta textura, pantalones, remeras, medias y bombachas. Debajo, en una mesa muy larga, hay corpiños de todos los tamaños y colores, toallones para bebés, mas medias. Josefina, su hija, la ayuda, pero solo los fines de semana. Estudia instrumentación quirúrgica. Su novio Luis, del puesto de regalos y artículos de bazar que está al lado, la preocupa mucho: “Estaba estudiando enfermería, viste. Pero, estaría bueno, o le gustaría mecánico dental, algo que tenga una salida rápida, que no esté tanto… los esfuerzos, viste, porque el no puede. Estaría bueno que termine de estudiar, aunque sea una carrera corta pero algo que le permita… Ahora está estudiando computación, tiene que capacitarse para tener otro tipo de salida laboral, porque los trabajos que él hacia ya no los puede hacer. Y aparte, acá la feria no es una… Si llueve no puede venir, si hay mucha humedad tampoco, hay que tener cuidado. Yo por suerte estoy sana, no tengo nada, pero viste… Viste que el trabajo dignifica, y más para un hombre es… más importante. ¿No es cierto? Y sí, te da bronca. A mí esas cosas me dan bronca, que te echen como un perro, porque no te necesitan, y cuando él se iba a las 3 o 4 de la mañana, viste”.
Luis tiene treinta y dos años y trabaja en la feria hace dos, aunque según cuenta, estuvo un año sin poder ir por problemas de salud. En su puesto vende artículos de bazar, plantillas para zapatillas y stickers de dibujitos. A veces, dice, también trae regalería, según se acerque el día de la madre, del padre, del niño o la navidad. Su puesto no es como los de la mayoría, parece más improvisado. Todo el material a la venta está apoyado sobre unos tablones de madera y caballetes, sobre un mantel. La disposición municipal que reglamenta la ordenanza del gobierno provincial prohíbe este tipo de puestos. En el año 1978, el gobierno municipal a cargo del Coronel Marcelo de Elía decretó que “La construcción podrá efectuarse en metal o madera, pintada uniformemente de color blanco, y en forma que los usuarios tengan a la vista la mercancía, como así también las balanzas en los casos que corresponda por las características de los productos que expendan” (artículo 2).
En la municipalidad de Avellaneda hoy se está trabajando para modificar este decreto. Según la Subdirectora de Ferias, la señora Ábalos, es general el consenso sobre lo desactualizadas que están las reglamentaciones. Sin embargo, las ferias no parecen ser un tema prioritario en la agenda. Como ejemplo, la oficina de la subdirección acaba de ser trasladada al edificio que se conoce como la “municipalidad vieja”, título que adquirió luego de que trasladaran las oficinas principales a un edificio nuevo, junto al primer shopping que tuvo la ciudad. En el edificio viejo hoy funciona un pequeño museo, una biblioteca popular, una oficina para microemprendimientos solidarios, y la subdirección de ferias. Este aislamiento parece ser un reflejo, no sólo de las prioridades en la agenda municipal, sino también de la poca relevancia que tienen estas cuestiones en la vida de la ciudad.
No existen registros oficiales que den cuenta de la realidad de esta actividad comercial. El único dato con el que se cuenta es que hoy funcionan treinta y cinco ferias francas en la ciudad de Avellaneda, la demanda para ingresar con nuevos puestos crece día a día, y desde la subdirección de ferias no pueden ayudarlos a todos. La prioridad es para la gente que, como en el caso de Luis, tienen problemas de salud o discapacidad, y dependen de la feria para subsistir.
-¿Dónde estabas trabajando?
-En Plaza Vea, un supermercado. Y me agarró un accidente de trabajo y bueno, estuve con la ART. Con la ART estuve tres meses y se determinó que me tenían que operar porque tenía hernia de disco. Y cuando me estaban operando me echaron. El 20 de octubre me echaron, digo, me operaron y el 21 me mandaron el telegrama. Estando internado. Después me dieron el alta y yo ni sabía que me habían echado. Estoy en juicio. Lo que pasa es que me echaron cuando me estaban operando, me hicieron un abandono de persona total. Lo que pasa es que… viste como son los supermercados. Yo era encargado justo, y… no hay tanto apoyo. Los supermercados son así.
-¿Y ahora como te va con el puesto de bazar?
-Para comer por ahora…
Josefina se indigna: “no es como para darte los lujos, sólo para vivir, viste, porque no te podés dar ningún lujo”.
Las historias en la feria se repiten, que se está mal, que no se vende, que se subsiste, que es muy sacrificado, que a la familia no la vemos nunca. La feria resiste, quizás “porque los viejos somos viejos, y ¿qué vamos a hacer, subirnos a un remis?”, los jóvenes “por el momento” y los bolivianos porque “se está mejor acá que en Bolivia”. En definitiva, la feria no parece ser una opción válida, pero “que vamos a hacer, hay que seguir peleándola”.