martes, 11 de noviembre de 2008

Crónica de Leandro Viggiani

Leandro Viggiani

Crónica de investigación.

De mochilas, redacciones y cultura

Tocan el timbre desde la planta baja. Walter va hacia el portero eléctrico. Su mirada denota una profunda ansiedad, como si detrás de ese pequeño dispositivo estuviese la suma de todas las felicidades.

―Jaime ¿sos vos, no? ―Walter se adelantó a la voz que tocaba

―Baja rápido que tengo el camión en la puerta, los muchachos no tienen mucho tiempo así que activa que hay que subir unas cuantas cajas.

Transcurro cinco largos minutos sentado en mi sillón de entrevistador, en medio de pilas y más pilas de revistas. A mi derecha en sus respectivos escritorios dos pomposas computadoras, debajo unos cuantos comics de Asterix y Obelix apilados. Desde afuera se oyen los pasos, la puerta y allí el famoso Jaime.

― El es un lector nuestro, nos vino a hacer una entrevista, así que dejamos todo acá apilado y mañana empezamos a distribuir.

Jaime saluda estrechándome su mano izquierda (la derecha está aún repleta de revistas) y se despide aludiendo temas personales. En tanto Walter mira fascinado la foto de un Agustín Tosco retratado en una especie de sepia.

―Bueno ya la miraré más adelante, hagamos la entrevista así te liberamos.

Es la calle Sáenz en Lomas de Zamora, allí funciona Sudestada, una de las pocas revistas culturales que actúan en el campo del saber cultural y que además lo hacen desde la periferia, en el lejano conurbano bonaerense, de allí su nombre, de allí la paradoja.

Sudestada, creada en el 2001 en el marco de la profunda crisis socioeconómica que azotó tierras argentinas se autoproclama como una publicación de carácter cultural, auto sostenida y de alcance nacional. Para 1998 un grupo de flamantes comunicadores sociales egresados de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora comienza a cuestionarse el sentido del periodista, su rol social, su implicancia en procesos políticos. Ante la resistencia frente a los medios masivos de comunicación y sus formas de construir agenda, Ignacio Portella, Walter Marini y Hugo Montero deciden emprender el que sería el viaje de sus vidas: Sudestada. Con un reducido presupuesto, con no muchos más recursos humanos la revista publica su primer ejemplar en agosto de 2001. Desde allí 73 ejemplares mensuales ininterrumpidos constituyen su flagrante producción. Sudestada es un colectivo de trabajo. Detrás de su trío fundador, cuenta con 15 colaboradores permanentes. El plantel se completa con el diagramador y dos asistentes de fotografía. Las participaciones de todos ellos (que en casi todos los casos son periodistas recibidos) son ad honorem, el colectivo Sudestada no produce plusvalía. La revista se distribuye por más de 200 puestos de diarios y revistas ubicados en los tres puntos cardinales del conurbano bonaerense y en Capital Federal.

Walter toma mate en un pequeño posillo de metal, detrás de él todo un cuarto repleto de revistas, libros computadoras y hasta una cama. En tono de excusa me dice:

―El problema es que el diagramador que nos da una mano es de Morón, entonces el día antes de la entrega del crudo de la revista se queda a dormir directamente acá, no se va a volver para allá.

Mientras habla, Walter no puede dejar de ojear el flamante número de la revista.

―Así es todo acá, ¿o vos te crees que a nosotros nos distribuye una empresa? A nosotros nos llega la revista y ahí empieza el trabajo de verdad. Nos cargamos las mochilas y arrancamos. Por ejemplo a mi me toca la zona del oeste del conurbano, y en Haedo voy en un tren que pasa cada media hora, entonces con el canillita de la estación ya tenemos todo combinado, le dejo las revistas y me termino subiendo con el tren en movimiento, así es todo.

Decir revista cultural en Argentina es atravesar una basta historia de publicaciones que han sabido configurar y delinear una serie de reivindicaciones en torno a la cuestión político-social. Caras y Caretas (1898) fue la primera de las publicaciones nacionales en donde se pone en juego la cuestión de la cultura. Autodefinida como un "semanario festivo, literario, artístico y de actualidades” Caras y Caretas redefinía la actualidad política, literaria y social recurriendo a una serie de recursos no utilizados desde la prensa argentina hasta ese momento: cromos, fotograbados y fantásticas ilustraciones. La primera revista cultural de Argentina tiene una peculiaridad que la distingue de la actual situación de las producciones culturales: su alto grado de popularidad, lectura para muchos. Luego llegarían Martín Fierro (1924), Sur (1931) y Contorno (1957) para completar la oferta cultural de la primera mitad del siglo.

Pienso en la revista cultural, como definirla, como diferenciarla de otras publicaciones. Walter se queda pensando unos segundos sentado en su silla. Parece no tener una respuesta clara. En eso el ruido de llave anuncia que alguien está por entrar a la redacción.

―Jajaja, suerte que viniste Hugo, este muchacho me había puesto contra las cuerdas.

Hugo Montero tiene unos 30 años, es delgado, alto y habla con una claridad que asusta. Walter le traslada la pregunta. Hugo piensa mientras toma un mate que hace rato está lavado.

―Nosotros nos autoproclamamos como una revista cultural, pensamos que lo somos. El problema pasa por las taxonomías, por la necesidad de crear un género que las agrupe, por el intento de definir aquello que debe ser cultural frente a lo que no es, con la triste y penosa finalidad de generar una forma de intervenir ideológicamente sobre lo dicho. ¿Vos querés entender lo que es para nosotros una revista cultural? Te invito a la reunión del viernes.

Asiento con la cabeza, el viernes iba estar nuevamente allí. La procesión va por dentro y mis preguntas alrededor de la cultura parecen no tener fin.

Con la llegada de los militares al poder en 1976 la cuestión de la revista cultural cambia radicalmente su posición frente al campo de la industria cultural. El gobierno de facto desarrolla un fuerte dispositivo de censura y represión sobre la sociedad en general y sobre el espacio político cultural en particular. La historia y su tragedia archicontada cambia por completo el rol del periodista crítico. La producción alternativa parece ser la única opción. Es entonces cuando se profundiza el fenómeno de la prensa subterránea. Punto de Vista (1978), Nova Arte (1978), Ulises (1978), El Ornitorrinco (1977) son algunas de las publicaciones del período, todas ellas de escaso tiraje (no más de mil ejemplares) y todas de corta duración en razón de la intensa represión sobre periodistas y quiosqueros que frecuentemente eran sometidos a requisas. En la década del 70, en pleno gobierno peronista es cuando surge la revista que marcará por completo el futuro de todas las publicaciones alternativas en Argentina: Crisis (1973). Con Eduardo Galeano como director editorial y Juan Gelman entre sus redactores, la revista adquiere una estética vinculada con “lo rioplatense” que se transformará en eje de discusión sobre aquello que sucedía en literatura, política y sociedad en los 70.

―Crisis, ves por ejemplo crisis es una revista cultural- Walter parecía obsesionado con la respuesta a una pregunta que con el correr de los minutos se transformó en muy polémica.

―Nosotros no recibimos apoyo de ningún tipo, tiramos alrededor de 2000 ejemplares por mes. La única publicidad es la editorial que nos hace la impresión, que en realidad es una cooperativa. Por eso te digo que no ganamos plata con eso, el vuelto está cuando ahora tengo la revista en mis manos. Hacer esta revista es tener una voz, queremos decir algo y agotamos los medios para concretarlo.

Viernes, nueve de la noche, me dirijo a la redacción. Me abre Jaime, le recuerdo quien soy y entro. Subo las escaleras hasta llegar a la sala de discusión, que no casualmente es el mismo lugar que la sala de redacción. Alrededor de la mesa redonda puesta para la ocasión veo a Walter, a su lado está Hugo. La reunión se completa con Martín Latorraca, Ignacio Portella y Mariano Garrido. Walter me acomoda una silla entre él y Hugo. La discusión está por arrancar. Hugo toma la palabra y en un tono cancino habla de una historia que se contará sola, el resto escucha

―Es la historia de un proceso histórico que me obsesiona y nunca hemos contado, y Octubre creo que es el mes- mientras Hugo habla no hay lugar para bromas- Concretamente es la revolución rusa. Se hablo mucho de eso, poco se dijo sobre como Stálin derrota a Trosky. La perspectiva histórica se va a volver fundamental. Contamos con el testimonio de Andrés Rivera y de Gabriel García Higueras, un historiador peruano. Ellos dos nos van a enriquecer el relato. Propongo que ese sea el tema de tapa. ¿Están de acuerdo?

Jaime agrega que el también tenía ganas de hacer algo por el estilo, hasta se anima a pensar sobre la estética de la futura tapa. Walter menciona la posibilidad de concertar una entrevista con Pablo Reyero, un conocido documentalista audiovisual. Así paso por paso parece armarse el nuevo número que está por venir, cuando aún falta mucho para mediados de Octubre, cuando la revista de Septiembre no se ha terminado de distribuir. Eso es una revista cultural. La reunión con unas cervezas de por medio, distribuye las tareas “periodísticas” entre los presentes y se extiende por unas dos horas en las que no se produce ninguna discusión importante. Son las 11 de la noche y la mesa empieza a levantarse. Nos dirigimos a la puerta, Hugo es el único que se queda, dice que quiere empezar a escribir algo.

La noche es ventosa y Lomas parece tener poco que contar. Me quedo unos minutos más en la puerta con Walter.

―Y, ¿qué te pareció la reunión?

Le contesto lo que fue: una revelación. La cultura puesta sobre una mesa, un grupo de personas discutiendo sobre Trosky y Stalin, todo eso gratis. Y ahí está la cultura, en esta revista que mal que le pese a Hugo es sin lugar a dudas cultural. Ya pasaron etapas de revistas subterráneas donde todo había que esconderlo. En tiempo actuales hasta existe la Asociación Argentina de Revistas Culturales que las nuclea y vela por sus intereses. En los últimos meses se organizó un Congreso de Revistas Culturales en Resistencia, Chaco, en donde fueron la mayoría de las revistas que circulan actualmente, donde estuvo Sudestada.

Ya casi con los ojos vidriosos Walter me agrega:

― ¿Sabés lo que pasa? Por acá transcurre mi vida. Sudestada es todo lo que quiero para seguir. A pesar de los obstáculos, a pesar de horas y horas con 100 revistas en la espalda, a pesar de eso quiero seguir. Verle la revista enrollada en la mochila a un tipo que viene de laburar es todo lo que necesito. No pido más.