Sem. y Taller de Escritura
Nicolás L. López
Té para tres[1].
Periodista, entrevistado y lector, en un juego algo peligroso de supuesta neutralidad.
Las tazas sobre el mantel, un poco de miel para untar entrevistas, ¿no basta?
Cuando nos enfrentamos como lectores a una entrevista, debemos asumir previamente cierto pacto de lectura. De alguna manera, estamos obligados a creer, que ese diálogo realmente existió y que el autor nos lo presenta como una transcripción fidedigna de los hechos. De hecho, ese es el juego que propone el género, y que debemos asumir para decodificarlo. Sin adentrarnos todavía en los procesos de escritura librados por el autor para tal fin, deberíamos poder sentir a la entrevista como una charla donde se intercambian un devenir fluido de ideas que se suceden de manera temporal. Pero, y he aquí la primera cuestión, la entrevista que llega a nuestras manos no será jamás, por más que el periodista mucho lo intente, una reproducción de la charla. Decimos reproducción en el sentido de copia, como las que estamos acostumbrados a llegar a través de la Industria. Hoy, que desde la Revolución Industrial el afán de toda empresa es reproducir algo la mayor cantidad de veces posible en el menor tiempo, sin ponernos frankfurtianos, vemos que en la era de la reproductibilidad técnica, la entrevista juega su rol debido en gran parte a éste carácter. Sin embargo, lejos está el género de ser una herramienta de copia. Si el grabador puede registrar de la conversación, lo que la fotografía de un paisaje, entonces la entrevista, está más bien emparentada con la obra pictórica; y con el arte, por qué no.
Afinemos un poco los conceptos del primer párrafo, que quizás hayan quedado un tanto yuxtapuestos. Por un lado, dijimos que la entrevista escrita, si bien a priori lo parece, no es la mera copia de un diálogo al papel. Es un proceso mucho más complejo que está librado a las decisiones del autor; el cual, intentará con distintos recursos, hacer que su texto resulte creíble, es decir que no parezca un texto, sino una conversación. En segundo lugar, justamente por este carácter de ocultar la esencia del producto, la entrevista se presenta como una instancia de acercamiento directo a un alguien. Ya lo dijo Arfuch[2], la entrevista periodística ha conquistado el lugar de privilegio entre los géneros massmediáticos. Vamos a preferir para este trabajo, aunque no se haya explicitado antes, sólo remitirnos a la entrevista escrita. No porque no puedan aplicarse muchos de estos conceptos a otras entrevistas, sino porque quizás resulten menos evidentes y más cuestionables, y es posible que no contemos con el tiempo para desarrollarlos de manera adecuada para evitarlo. Desde luego hablamos de la entrevista como un producto concluido, y no como una estrategia de recopilación de fuentes para un trabajo diferente.
Seguimos. Arfuch, hace un planteo acertado, en el que saca a la luz, los recursos narrativos que se utilizan, paradójicamente, para que la entrevista parezca más real. Justamente, son estos procesos subjetivos, los que ayudan a objetivar la entrevista. Bien, poco hay que decir sobre este punto que no vuelva redundante la cuestión.
El eclipse no fue parcial / y cegó nuestras miradas, dice Gustavo en su letra. Aunque es poco probable que hablase de las entrevistas, les sienta bastante bien. ¿Cuánta miel hemos de probar? Recursos, estrategias lingüísticas que nos acercan de forma mágica a los mundos de otros. Nos metemos en el despacho de Borges, o en una obra de teatro con Marilyn Monroe, jugamos un poco a ser A. Wharhol y nos creemos vanguardistas monosilábicos, sabemos algo más de la vida de un futbolista, descontextualizamos las frases de alguna vedette nacional, nos sentimos un poco periodistas, le preguntamos a Lusteau sobre las retenciones del campo, pero lo humanizamos para saber qué opina de Independiente. Entonces, el periodista considera que cualquier persona puede ser entrevistada, y trae las voces de los sin voz, y los catapulta hacia la cúspide de los medios. Y en todo ese ir y venir de entrevistas interminables que no tendremos tiempo de leer, y del periodismo –del oficio de éste –surge como al pasar una palabra que cada vez toma más fuerza: hablamos de la ética.
Cuando introducimos la ética en estas cuestiones del construir diálogos entre gente que se ve, nos acercamos a un margen peligroso entre el género en sí, y el uso que se le da al mismo. No vemos que autores como Ulibarri[3] reflexionen sobre este punto, aunque posiblemente se deba a que hablan de la ética como algo propio del profesional de la entrevista, ya que pareciera que son los periodistas los únicos que la emplean. Por ello es que nos estamos arriesgando un poquito a trabajar el asunto. No con la intención de decir algo nuevo, sino para despegar y mejorar las nociones de una y otra cosa.
El escrito final que se presenta al público, aun si éste lleva consigo transcripciones desgrabadas de lo alguna vez hablado, no deja de ser la impresión de lo que fue ese encuentro para el autor y, en el mejor de los casos, de lo que el entrevistado haya querido decir. Desde luego, que el buen periodista intentará con todo ahínco no tergiversar el sentido de las palabras de su interlocutor. Pero, estimados periodistas, deben saber que esa es ya una tarea perdida de antemano. Asumamos de una buena vez que la posmodernidad hace rato que invadió el nicho. No hay objetividad, sino discursos que se transmiten con determinadas estrategias comunicativas adecuadas al medio que se utilice. Le ética del periodista, pasa por desarrollar una idea sobre algo intentando ir hasta el fondo del problema y desmembrarlo del mejor modo posible. La entrevista puede ser una estrategia para que el público acceda y comprenda desde otro lugar a los sujetos que resulten relevantes, pero eso es todo.
Del texto de Eduardo Ulibarri[4], quedémonos con esta última oración del capítulo IV, que no es suya, sino del escritor checo M. Kundera: “A partir de esta fecha, todo comentario mío de segunda mano debe ser considerado como falso”. ¿Por qué esa aclaración se vuelve necesaria? Pues, porque desde que los massmedia dominan la escena, la sociedad pareció olvidarlo. Más que mundo globalizado, nos hemos vuelto un pueblo chico. Hace rato que dejaron la escena los hechos y las personas y la atención se pone en lo que los medios dijeron del asunto. Sin embargo, caeríamos en un error conceptual si le pedimos al género discursivo que haga lo que no puede de por sí.
Andy Warhol fue el artista que mejor comprendió este suceso, no es casual que haya intervenido en el terreno rompiendo con las formas y el sentido preestablecidos en su tiempo. La experiencia de trabajo en este género, es una tarea en dos tiempos: El formal, de tener un diálogo con un segundo, y el de presentarlo a terceros como un texto terminado que se autosustente. Un té para tres donde el que sirve la mesa es el autor. Warhol, en este caso, es el invitado que busca hacer las cosas difíciles pero interesantes. Es como el modelo que no quiere quitarse la ropa, o no acepta las poses que le propone el pintor. Sin embargo, sea con este convidado especial o uno más tradicional, el que propone y dispone es el anfitrión. Los lectores participan de la mesa, pero sólo como espectadores ciegos y sordos de todo lo que sucede. Tienen hambre, pero deberán esperar a que el escritor les sirva el texto.
Retomemos para ir cerrando, -y cortar por un rato con tanta metáfora culinaria –algo que deslizamos al final de primer párrafo: la entrevista linda con lo artístico. Sería peligroso decir que todos los trabajos del género que hayamos leído alguna vez, son obras de arte desde un punto de vista estético. Sin embargo, en tanto que técnica de representación y transmisión de ideas y efectos de sentido, la entrevista se le acerca bastante a la obra de arte y a los otros géneros literarios que persiguen ese fin. Y por otro lado, como decíamos antes, la entrevista quiere en la mayoría de los casos, rebosar sensaciones de realidad. Ser creíble, pintarnos del modo más fidedigno posible las impresiones de una charla para demostrar que la misma existió y que no nos están vendiendo un buzón. La mesa está servida, pero cuidémonos de la miel y los sorbos de distracción.
[1] Soda Estéreo. Disco: Canción Animal. 1990
[2] ARFUCH, Leonor, La entrevista, una invención dialógica (capítulos seleccionados), Bs.As., Paidós, 1995. Página 23.
[3] ULIBARRI, Eduardo, “Los otros cuentan”, en Idea y vida del reportaje, México D.F.,Trillas, 1994.
[4] ULIBARRI, Eduardo, “Los otros cuentan”, en Idea y vida del reportaje, México D.F.,Trillas, 1994.
Cap IV, página 129.